título original: Flowers in the Attic
director: Jeffrey Bloom
actores: Louise Fletcher, Victoria Tennant, Kristy Swanson, Jeb Stuart Adams, Ben Ryan Ganger,Lindsay Parker, Marshall Colt, Nathan Davis, Brooke Fries, Alex Koba, Leonard Mann, Bruce Neckels, Gus Peters, Clare Peck
Basada en una novela de V. C. Andrews
Sinopsis (corta):
La súbita muerte de su marido obliga a Corrine a volver a la mansión de sus padres, que nunca aprobaron su matrimonio. Muy pronto sus hijos, en una edad difícil, comenzarán a sufrir las consecuencias de unas tensas relaciones familiares.
Sinopsis (larga):
Señoras y señores: nos encontramos, aunque parezca lo contrario, ante un telefilme, género que hasta ahora (creo) no ha aparecido aún en zineXin. No está de más que los cinéfagos zineXineros tengan presente un esquema explicativo de tan particular especie:
PRESENTACIÓN: La protagonista es una mujer casada. Se cuida, pero sólo para su marido. Vive en una vivienda unifamiliar rodeada de un amplio jardín cuyo césped es una inmaculada alfombra. Posible perro con lanas largas. La cocina es el territorio de su intimidad, a veces se la puede ver allí en bata, o incluso en pijama, cuando se ha quedado sola, apoyada contra la encimera impoluta, reflexionando con los brazos cruzados y un vaso de leche en la mano. El resto de la casa es el lugar de la familia, que ella mantiene en orden. Servidumbre invisible. Tiene dos niños, la parejita. El marido, traje gris y corbata, pelo abundante tipo Grecian 2000 (nada que ver con Papandreu), llega del trabajo para alegría de sus vástagos, naturalmente en coche propio que cabecea al tomar la rampa del garaje. Durante la cena se informa al espectador de las importantes obligaciones laborales del cabeza de familia. Los asuntos de la protagonista son los de sus hijos, que hace suyos. Comentario de alguno de los niños acerca de los guisantes que la madre resuelve con una sentencia donde la mezcla de cariño y firmeza nutricional vence los prejuicios culinarios del infante, satisfaciendo a todos al modo salomónico, pero sobre todo importa la corroboración por parte del padre, de quien la autoridad que la madre ejerce sobre sus hijos emana. Inevitable escena de desayuno durante el cual el padre llamará inevitablemente campeón a su hijo y la niña será inevitablemente rubia, de ojos claros y modesta. Inevitablemente el niño saldrá corriendo de la casa para coger un autobús inevitablemente amarillo, inevitablemente la mujer acompañará a su marido, armado de traje y cartera de mano (inevitables ambos) hasta la puerta, donde le dará un casto beso y desde donde le seguirá con la mirada. La protagonista se queda sóla. Visillos.
NUDO: Aparece el problema, normalmente encuadrable en uno de estos cuatro epígrafes si no es incluso una mezcla de ellos:
- un error del pasado
- sexo
- la fatalidad
- melenudos
DESENLACE: El bien ha vencido al mal. Un policía apunta cosas en una libreta, ráfagas de sirenas entran por la ventana. La mujer está algo desmadejada pero firme, su hijo se abraza a ella envuelto en una toalla o una manta. El orden familiar se restablece, gracias sean dadas al señor que nunca abandona a quienes le aman y le temen, viviendo en santo matrimonio tal y como dictan los mandamientos, en una casa unifamiliar con jardin y coche, y saben que las armas ponen siempre las cosas en su sitio.
* * *
Si bien la película altera ligeramente estos cánones, no cabe duda de que nos hallamos ante un telefilme de tomo y lomo: ambientación, ritmo, personajes, exaltación del núcleo familiar, castigo a los actos impíos, etc., no dejan pensar otra cosa. Pareciera que en algún momento la trama pudiera salirse del patrón introduciendo el incesto en la historia (la actriz que hace de hija parece elegida por un sacerdote belga con necesidad de autojustificarse), pero la sangre nunca llega al río, ni siquiera en la escena de la bañera. Al final el orden natural bueno y santo se impone a la depravación, y todos nos enteramos de que la salvación y la felicidad están en la fé y los buenos actos.* * *
Sobre la capacidad manipuladora y de inducción de conductas que tiene la televisión ya se ha dicho mucho. Si pensamos que durante décadas todas las tardes después del telediario los televisores de cada salón de España han estado ocupados por historias similares a la descrita deberíamos de empezar a tener miedo.
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