Johnny Guitar (1954)
título original: Johnny Guitar
director: Nicholas Ray
actores: Joan Crawford, Sterling Hayden, Mercedes McCambridge, Scott Brady...
Sinopsis(corta):
Al sitio más improbable donde nadie jamás pueda pensar en poner una casa de juegos llega un ex-improbable pistolero contratado como músico improbable. Probablemente hubo una historia de amor (improbable) entre él y la improbable dueña del garito, pero todo se desvanece entre improbables diálogos que llevan las relaciones y las emociones humanas (las sentimentales, se entiende) al territorio de lo abstracto. Los únicos personajes concretos (aparte del croupier), y por tanto probables, de la película son una caterva de integristas que harán lo posible por joder el desvanecimiento conceptual de la pareja protagonista entre los reflejos de su pasado, todo por una cuestión de escozores insatisfechos.
Sinopsis (larga):
Si en la anterior entrada comenté algo acerca del color de la película (El Oro de McKenna), en este caso el comentario ha de hacerse capítulo. Pues uno de los aspectos que más llaman la atención de este filme es su tratamiento cromático, tanto en los decorados como en el vestuario de los actores que, casi como si de unos Clicks de Famóbil (en mis tiempos se decía así: lo de Playmobil vino después) se tratara se mueven por la cinta envueltos en colores puros y chillones rodeados por la arcilla intensamente roja del paisaje. Pero este tratamiento no es casual, sino que responde a una voluntad evidente de asignar un contenido ético a la composición cromática de las escenas. Giraud, en sus dibujos del Teniente Blueberry también recurrirá a este recurso (mucho más común, por otra parte, en el cómic que en el cine), y así bastantes de sus ilustraciones presentan colores irreales, contrastados, que informan más de la profundidad moral y física de la escena que el recurso a la representación figurativa de la escena.
No es éste sin embargo el aspecto del filme que más valora la crítica, que de forma bastante unánime lo cataloga como obra maestra. Algunos críticos, tal vez con razón, ni siquiera cuentan esta película entre los uésterns, por su absoluta heterodoxia visual y de trama que la separan decididamente de los patrones habituales de las películas del oeste. Como otros ejemplos de la obra de Nicholas Ray (esto lo digo porque lo he leído, pero me lo creo) es una contínua transgresión: de géneros, mezclando elementos de cine negro y de drama romántico sobre el trasfondo histórico (el desarrollo del ferrocarril) y de personajes (el pistolero, los ganaderos, el salón de juego) propios del uéstern; y también es una transgresión social, ya que en muchos aspectos los roles masculino-femenino se hallan invertidos, y la dirección de la acción y la ejecución de la venganza son llevadas a cabo por mujeres. Además la historia puede ser considerada como una metáfora que denuncia la pérdida de libertades y la opresión que el Macarthismo impuso en la sociedad americana. Pero lo que ha hecho famoso entre el público esta película (obtuvo un gran éxito, mucho mayor que lo esperado para una producción con un presuspuesto cercano a la serie-B), además de una canción inolvidable, es la historia de amor entre los protagonistas, animada por la maldad de Enma, la enemiga de Vienna/Crawford, una mala pécora digna del culebrón más venezolano. Se trata de un romance que se nutre más de los arquetipos fatalistas y oscuros con los que se representan estas relaciones en el cine negro (vidas rotas, un pasado turbio, sobreentendidos, promesa de redención) que de los modelos que tradicionalmednte propone el uéstern, a menudo reducidos al elógio de la testosterona: protagonista hipermacho, dama en apuros necesitada de protección, resolución del conflicto mediante la aplicación masculina de la violencia... Para mí se trata de una película muy rara, que sólo por eso merece la pena verse.
Lo extraño de esta película tal vez hagan dificil engarzarla en este CICLO, ya que las aventuras del Teniente Blueberry se significan las más de las veces por su adecuación y exaltación de la mítica clásica de las historias del oeste. Desde luego el protagonista, Johnny Guitar (interpretado por Sterling Hayden, que está más soso que el pan del hospital), no tiene nada que ver con Blueberry. Sin embargo también pueden destacarse algunos puntos comunes entre ambas obras, además de las relaciones visuales apuntadas al principio: la denuncia del fariseismo de las "buenas costumbres", que asfixia a los individuos de personalidad más marcada; la figura del héroe como autsáider social, ídolo y a la vez monstruo (en la película estas virtudes adornan más a Crawford/Vienna que al protagonista masculino; en el tebeo son atributos naturales de Blueberry); y, sobre todo, una historia compleja, construída a partir de elementos históricos y sociales sobre los que se enfrentan las historias personales de los protagonistas. Además: siempre son de elogiar las obras donde la mujer es mucho mejor que el hombre (no mejor en el sentido moral, sino de complejidad, de completitud, de riqueza interior), algo que casi le pasa a Blueberry, al fin y al cabo un poco buenazo, con Chihuahua Pearl, putón donde los haya.
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¡Buena elección! Tengo muchas ganas de verla, además se me pasó cuando la dieron hace poco en la Filmoteca.
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